
Gran parte de los profesionales señalan que los factores que influyen en la aparición de esta enfermedad van desde la edad del niño a los aspectos físicos, pasando por los emocionales: derivados del entorno familiar, social y escolar del niño.
Situaciones traumáticas como, por ejemplo, el divorcio de los padres, los cambios de domicilio o escuela, un ambiente familiar inestable o una mala adaptación en el colegio pueden agravar la enuresis, pero no desencadenarla.
Por el contrario, la enuresis nocturna sí puede originar trastornos psicológicos en el niño. Tengamos en cuenta que suele aparecer a partir de los 5 años y puede llegar a prolongarse hasta la adolescencia, por lo que estamos hablando de una etapa crítica y fundamental para la evolución de su personalidad. La autoestima del niño se ve afectada, y es variable en función del apoyo que reciban. Por eso es esencial una concienciación de los padres con el problema y una actitud positiva para ayudar a sus hijos a poner remedio a la enuresis.
Es muy frecuente que los padres lleguen a desesperarse, obcecándose en que se trata de un problema psicológico o emocional. Esto les lleva a una sobreprotección del pequeño, que se sentirá aún más presionado o coaccionado, y empeorará aún más la situación.
Lo ideal es crear una atmósfera tranquila y receptiva en el hogar, ofrecerle consejos reales para el control de las esfínteres y, sobre todo, ganarse su confianza, para que se sienta seguro y cómodo a la hora de enfrentarse a su problema. La enuresis no es culpa ni del niño ni de los padres, pero es tarea de ambos llegar a superarla.