Pero hay muchas cosas que puedes hacer para conseguir que tu pequeño se sienta más a gusto cada vez que le llevas al pediatra.
Como punto de partida, cuéntale antes de la visita adónde vais y para qué. Al prepararle de antemano, tendrá cierto control sobre la situación y se sentirá menos desconcertado.
No le engañes, porque si le aseguras que no le hará ningún daño y luego le pone una inyección, sólo conseguirás que la próxima vez desconfíe de lo que le cuentas y vaya a la consulta aún más asustado. Se trata de decirle siempre la verdad, suavizando la situación todo lo que sea posible y sin dramatizar. Te será más fácil explicarle en qué consiste la exploración y para qué sirven los aparatos que utiliza el pediatra si le compras un maletín de médico y de vez en cuando jugáis con él.
También es buena idea que le regales un disfraz de médico o de enfermero y que juguéis a representar la visita al pediatra, a modo de obra de teatro.
Una vez en el centro, cuando os llamen para entrar en la consulta, cógele en brazos tranquilamente (así se sentirá más fuerte y reconfortado) y dale tiempo para que se acostumbre a la nueva habitación (si le tumbas en la camilla nada más entrar, es lógico que se asuste). Aprovecha esos instantes para contar al pediatra lo que le pasa y empieza a desvestir a tu hijo despacito, mientras él puede hacer lo mismo con su juguete preferido.
Muéstrate amigable con el medico, llamele por su nombre, interactua con él, etc. Así demostrarás a tu hijo que confías en él y que te sientes bien a su lado, lo que le ayudará a estar más sereno en la consulta.
Por otra parte, conviene que tu hijo te acompañe al médico cuando tengas que ir tú, para que vea que el especialista intenta ayudarte, no hacerte daño.
Y, por supuesto, jamás le amenaces con llevarle al médico si se porta mal: esto aumentaría su rechazo hacia él.
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