Si la vejiga envía constantemente señales al cerebro para activarlo, éste podría acabar ignorándola cuando realmente necesita que le preste más atención. Parece el cuento de Pedro y el lobo, pero es el problema al que se enfrentan los niños que sufren enuresis, que solamente en nuestro país suman 500.000.
Así lo ha demostrado un grupo de investigadores de Hong Kong al comparar la cantidad de señales que envían los niños enuréticos hacia el área cortical del cerebro durante el sueño, con las de un grupo de control que no moja la cama al dormir. Observaron que los niños con incontinencia enviaban el doble de señales hacia la corteza cerebral que los que no se orinaban en la cama. Y sin embargo, su cerebro las ignoraba.
Para descubrir por qué el niño no era capaz de despertarse, pese a tener un sueño más ligero, encontraron una respuesta paradójica. Se debía, precisamente, a la elevada estimulación provocada por las señales de la vejiga, que suprimía la transición entre el sueño y el despertarse. Las ganas de orinarse hacían que el niño no las percibiera.
Por otra parte, este grupo de expertos también señaló una conexión entre los ciclos del sueño y la enuresis. La vejiga de un niño actúa como un órgano reflejo que se contrae automáticamente, pero los niños que mojan la cama lo reprimen, haciendo que la vejiga se vacía involuntariamente.
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