martes, 9 de junio de 2009

Educar en positivo





En ocasiones la enuresis se debe a un querer llamar la atención de los padres, para obtener una recompensa, ya sea positiva (cambios y cuidados a media noche…) o negativa (castigos con los que el niño ha conseguido que papá y mamá estén pendientes de él). Otras veces, sobre todo a edades más avanzadas, los hijos mojan la cama retando a los padres, para hacerles creer que de esta forma ellos tienen el poder. Saber actuar antes estas y otras situaciones parecidas resulta determinante a la hora de solucionar el problema de la enuresis.

En torno a los 2 a 3 años los niños comienzan con la edad del “NO” y con las rabietas. Al principio se oponen a todo, no se conforman con nada, no atienden a razones y ante cualquier cosa que se les pide sólo contestan con un rotundo “NO”. A medida que van siendo más mayores, adquieren más fuerza y autonomía, lo que les da más seguridad en sí mismos, haciendo que se comporten cuando les negamos algo con rabietas, berrinches, tirándose al suelo, gritando, dando pataletas, tirando objetos…Y ya en la pre-adolescencia y en la adolescencia, por más que los padres hayamos hecho acopio de grandes dosis de paciencia, el día a día se convierte en un gran reto. Cada acto suele convertirse en una nueva reivindicación de independencia para la que no están del todo preparados o en una provocación para poner a los padres a prueba.
No se comportan así porque sean malos o por fastidiar. Cuando son pequeños no saben pedir las cosas mediante razonamientos o con simples palabras. El niño cree que estas llamadas de atención son la mejor forma de lograr lo que quiere. A mayor edad, surge un continuo tira y afloja en el que el escolar y el adolescente creen tener la razón acerca de sus posibilidades de independencia de los padres. En esta etapa, el “no” de los padres se manipula como un excesivo autoritarismo y el “no” del hijo le resulta muy satisfactorio, por la transgresión de las normas que ello supone.
Somos los padres los encargados de hacerle ver que existen otros caminos para conseguir lo que uno desea. Si reaccionamos de la una forma adecuada, podremos hacer que desaparezcan con el tiempo estos berrinches. Si no, va a resultar una etapa de continuo conflicto.
Salvo en circunstancias muy concretas, el modelo educativo positivo es el mejor modelo. Además, resulta imprescindible el que se consensue entre los padres el tipo de educación que desean para su hijo antes de que se den las situaciones de riesgo, procurando siempre:

1_ Educar sin contradicciones: el mensaje que un hijo recibe de sus padres se convierte hasta que tenga capacidad de crítica en una verdad absoluta, por lo que es necesario que el niño reciba siempre los mismos mensajes por parte de todos sus educadores, los padres, los abuelos, las cuidadoras, etc. Por ejemplo: La madre le dice que hoy no puede comer chuches porque viene de un cumpleaños y ya ha comido suficientes. “Tanta chuche te puede sentar mal, si comes mal, te puede doler la tripa” y la abuela, que lo está oyendo, se saca a escondidas una piruleta del bolso y le guiña un ojo y dice “No pasa nada, las chucherías son muy buenas, lo curan todo, todo, todo”.
2_ Educar en la coherencia: lo que se dice tiene que coincidir con lo que se hace, con lo que el niño ve. Los padres son los modelos a imitar del niño, les admira y respeta, incluso en su autoridad. Es habitual ver el que mientras uno de los padres se enciende un cigarrillo, le dice al niño, “no fumes, que es malo”.
3_ Educar en valores y actitudes: Existen una serie de valores fundamentales a inculcar en nuestros hijos, como la tolerancia, la igualdad, el respeto, la generosidad, la gratitud, la sinceridad, el diálogo, el esfuerzo… y por supuesto, la alegría de vivir. El niño pide una muñeca porque acaba de tener una hermanita y quiere imitar todo lo que hace mamá con ella, pero le contestan…”Eso es de niñas”.
4_ Educar en expectativas reales: Hay que educar a cada hijo según sus propias características y posibilidades. Para ello, resulta necesario conocer muy bien a los niños evitando exigirles más de lo que pueden dar. Hay que intentar no trasladar a los hijos las expectativas de vida que los padres no lograron. A los 5 años no tiene mucho sentido el que un niño tenga extraescolares de tres idiomas diferentes sin dejar tiempo a los ratos de juego, de parque, etc. porque tenemos la añoranza de haber aprendido otras lenguas en nuestra infancia.
5_ Educar en la formación de hábitos saludables: Un acto repetido muchas veces se convierte en un hábito, y éste en una actitud, y ésta en un valor. Al final del proyecto educativo, el niño acaba haciendo suya la conducta que le hemos fomentado, repitiéndola aunque no estemos presentes. Y con la madurez, le encontrará sentido a esta actitud, desarrollando un valor positivo. El hacerle lavarse las manos todos los días antes de comer, hace que al final lo haga de forma inconsciente, y que acabe valorando la higiene y finalmente se convierta en un adulto limpio y aseado.

En cualquier caso, lo más importante por encima de cualquier conflicto, es que reine el sentimiento de amor y cariño que los padres deben de profesar a sus hijos. Si los padres vulneran el amor propio, el de la pareja o el de los hijos, difícilmente podrán esperar que éstos se dirijan a ellos con el debido respeto. Y si un niño no cuenta con las suficientes palabras o actitudes por parte de sus padres para generar una adecuada confianza en sí mismo, difícilmente podrá enfrentarse y superar los retos que se le presenten en la vida, como la enuresis.

Fuentes:

- Paz Carmelo, Pediatra y prevención: diagnóstico diferencial

- Manual de atención primaria: Algoritmo de tratamiento

- Revista de PAediatría en atención primaria: Algoritmo de tratamiento

- Doctora Rocío Santiago

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